HACIA UNA NUEVA EDUCACIÓN

Querido/as amigos y amigas:
Me atrevo a retomar mis escritos en este blog, tras las primeras semanas tan conmovedoras y trágicas que estamos viviendo en nuestro país y en todo el mundo. Azotados por un virus, las sociedades occidentales de nuevo nos vemos confrontadas con las debilidades de nuestra propia civilización. Una civilización que ignora la intensa explotación medioambiental en la que ya estamos inmersos, que cree en el crecimiento económico sin límites dentro de un sistema financiero mundial que es ya de por sí insostenible, y que ahora además, se ve confrontada con la ilusión de que en esta parte del mundo parecía que estábamos a salvo de las desgracias sanitarias que ya venían afectando gravemente a otras partes del plantea desde hace décadas con enfermedades que aquí nos eran prácticamente desconocidas. 
Y ante esta situación, que yo creo que irremediablemente debe golpear nuestras conciencias y nuestro modo de vida, la inevitable pregunta para mí es:
¿Aún creemos en esta educación que tenemos? ¿Vamos a seguir igual como hasta ahora? ¿Es de verdad necesario seguir invirtiendo en un sistema educativo basado en gran medida en criterios de mercado, en una sobrecarga académica constante y una  presencialidad excesiva, nos guste o no asumirlo? ¿Vamos a seguir fomentando la competitividad evaluadora en las escuelas a cualquier precio? ¿Les vamos a seguir diciendo a nuestros niños y jóvenes que los estudios sólo sirven para "labrarse un futuro"?
Algunos pensaréis que exagero, pero sinceramente creo que sería interesante que abriéramos los ojos ante esta nueva situación. En realidad, lo que está ocurriendo no es del todo nuevo.  Desde el siglo XIX ha habido decenas de pedagogos/as de renombre internacional que han apostado sin cesar por una educación humanista basada en valores éticos de solidaridad, cooperación y respeto por la dignidad humana. La mayoría de estas teorías se estudian en las universidades y se elaboran tesis al respecto...para después continuar con lo nuestro: un sistema educativo agotado, caduco, discriminador y a veces hasta cruel, del cual podríamos llegar a preguntarnos si sigue siendo válido para los supuestos fines a los que dice servir. Más bien, genera una lacra que habla de su fracaso sistémico: el mal llamado "fracaso escolar," que no es sólo de los supuestos pocos (alumnos/as) que lo padecen, sino que en realidad es el síntoma más claro de una educación que no termina de funcionar del todo, o en el mejor de los casos, que funciona realmente bien sólo para algunos. Y sinceramente, el sistema educativo debe propiciar el éxito de tod@s los alumn@s.

Sin embargo, esta crisis que estamos atravesando también ha confirmado algunas de mis sospechas y críticas que he sostenido durante bastantes años en privado:

  • En muchos centros, parece que los docentes nos dedicamos a acribillar a deberes a los alumnos, abusando así de las tareas escolares, situación que se agrava cuando además no hay ningún control por parte del centro en racionalizar estas tareas en casa. Hace tiempo que hablo del tan necesario "banco de deberes", es decir, que los alumnos, en virtud de su edad, tengan las tareas escalonadas y racionalizadas desde el centro. Así pues, el centro compartiría con las familias un plan de tareas escolares (aprobado por el departamento de orientación y el consejo escolar) que sea austero, global, dosificado y convenientemente temporalizado. No hay que olvidar que el abuso de las tareas genera desigualdad, ya que pone en manos de las familias la monitorización y el control de una competencia que es nuestra, generando así también el ya conocido mercado de clases particulares...(para quien se las pueda pagar, claro).
  • Muchos de los contenidos que hoy por hoy se imparten en bastantes materias se podrían  adquirir (a partir de un determinado momento en la secundaria) por medio de la enseñanza online, lo que permitiría, de forma progresiva y paulatina ir aligerando la sobrecarga lectiva presencial de nuestro horario escolar. Se podría comenzar tímidamente con algunas materias en la ESO (sobre todo para dar apoyo a las tareas escolares), para seguir con más determinación en Bachillerato/FP y así llegar a un sistema cercano a la semi-presencialidad en la Universidad y el resto de las enseñanzas superiores. Así, algunas de las competencias también se podrían adquirir de forma no presencial, pero igualmente guiada y autorizada por los docentes (que no por enseñar de esta forma tendrían que ver reducidos sus horarios de trabajo) por medio de un buen repositorio de clases en directo y/o en diferido, foros interactivos, chats, tutorías por videollamada, etc. De esta forma, tendría sentido que los ámbitos y materias que necesariamente requieran de interacción social o material para su aprendizaje sean las que siempre conservaran una enseñanza presencial (por ejemplo, la  Ed. Artística y Escénica, la Ed. Física, las prácticas de laboratorio, los talleres de tecnología, la práctica oral de los idiomas, etc..).
  • El punto anterior nos llevaría a su vez a la necesidad de iniciar una educación digital,  también a partir de la adolescencia. Esta crisis también ha puesto de manifiesto que la generación de muchos supuestos "nativos digitales" en muchos casos no va más allá de saber usar las redes sociales en los móviles (y siento decir que entre el profesorado el panorama no es mucho más halagüeño). Por lo tanto, enseñar a nuestros jóvenes a usar sus dispositivos para aprender y a usarlos éticamente, respetando la salud, es sin duda aún hoy, un capítulo pendiente. 
  • Por último habría que hablar de la sobrecarga académica. El academicismo imperante es una de las causas de la falta de interés de muchos niños y jóvenes por los contenidos que aprenden: "Los niños deben ser educados, nuestros jóvenes enseñados y los adultos, instruidos". Esta frase de Gumersindo de Azcárate nos debería guiar para entender que no necesitamos niños que aprendan cuanto antes y cuanto más mejor, sino niños que aprendan a ser solidarios, colaboradores, respetuosos con el medio ambiente, educados y respetuosos con sus mayores y entre ellos, responsables de su propia educación, generosos con los débiles, que aprendan a trabajar en equipo, etc. Estos deberían ser los fines de la educación primaria, para los cuales, sin duda, haría falta una reestructuración de las materias y sus competencias  fundamentales para trabajar estas en profundidad mediante  la enseñanza por proyectos, el trabajo colaborativo y el aprendizaje-servicio. Sobre esta base, sería mucho más fácil continuar en secundaria con los contenidos más descriptivos de las distintas disciplinas del conocimiento que permita que las   vocaciones de nuestros adolescentes comiencen poco a poco a aflorar, para culminar así con un enfoque mas académico en Bachillerato/FP y desde luego, en la Universidad,  donde (aquí sí), la exigencia y el rigor (basados en la autonomía del estudiante) deberían de ser máximas.  Dicho de otro modo, no debería haber titulación universitaria de fácil acceso, ni de fácil egreso.  Y seamos sinceros, todos sabemos que hay carreras fáciles y otras difíciles, y así nos va, en concreto, en el terreno educativo. Una deficiente formación del profesorado trae consecuencias devastadoras que se cuentan  por décadas para un país entero. 
No me quiero extender más, ya que bastante lo he hecho. Posiblemente mi ideario reformista pueda  parecer tan idóneo o tan absurdo como cualquier otro, pero en definitiva, creo que estamos ante una situación que nos obliga a replantearnos muchas cosas, y esto es lo verdaderamente importante: que nos detengamos a reflexionar. ¿Qué tipo de humanidad queremos formar en el futuro? Vivimos en un mundo profundamente injusto y al borde del colapso medioambiental ¿Es por lo tanto, razonable, que comencemos a cambiar las cosas y lo hagamos por lo tanto por el principio, es decir, por la educación?
Y por cierto, pido disculpas, porque en esta ocasión, no he hablado de educación musical, sino, tan sólo, de EDUCACIÓN.







Entradas populares