Ars Musica

 Ciertamente, uno de los problemas clásicos de la educación musical escolar es el hecho de haberla convertido, en buena parte, en una asignatura que en ocasiones se parezca más al ámbito de las humanidades que al ámbito de la práctica musical. Esta distinción entre el arte de la música o la música práctica, y la teoría de la música, o la música especulativa, viene de lejos, tan de lejos como desde la creación de la cátedra de música en tiempos de Alfonso X en la Universidad de Salamanca, cuando la música especulativa pertenecía al Quadrivium y se estudiaba junto con la aritmética, la geometría, la astronomía, etc., (mientras que los "músicos prácticos", que carecían de reconocimiento como tales, se buscaban la vida tocando aquí y allá, donde se podía..). Pero mucho ha llovido desde entonces. Desde hace ya unos siglos se acepta socialmente que saber de música es ser capaz de producir música, de hacer música. Eso somos los músicos (por eso los amigos nos piden con normalidad "que toquemos algo" en vez de pedirnos que les expliquemos el origen de la notación, por ejemplo). 

En la actualidad (al menos en España) se accede a ser maestro/a de primaria en música por medio de una mención de escaso contenido horario, pero de clara orientación pedagógica, menos mal. Aún así abundan los manuales de texto de música....para primaria. Ridícula cosa, cuando en realidad sólo deberían de existir repositorios de actividades y cuadernillos (digitales o físicos) de repertorio de música escolar. Si  la escasísima hora de primaria la usamos en explicar (hablar y hablar) y en escribir (fichas y más fichas), cuando lo que hay que hacer es tocar, cantar, bailar, crear..., mal asunto para nuestros alumnos. En secundaria la cosa empeora sensiblemente. Una buena parte de los profesionales siguen con la tradición preuniversitaria de utilizar las clases para hablar, memorizar, leer. Muy musical todo, eso es. Con suerte se ponen audiciones donde los alumnos deben reconocer elementos musicales...que en muchos casos no comprenden.

Pero ciertamente no hay que echarle a la Musicología la culpa de todo esto. Conocer la tradición de nuestra música occidental es fundamental para enseñar mejor música. Nos aporta una visión profunda de las cosas. Ahora bien, a renglón seguido es fundamental formarse muy bien en interpretación musical (es fundamental tocar un instrumento-a ser posible polifónico- o cantar) y en pedagogía musical. Y por supuesto, continuar en secundaria la labor de primaria, es decir, más de lo mismo. Nuestras aulas son talleres del sonido y de la creación musical, y no meras aulas magnas de disquisiciones teóricas sobre las biografías de los grandes compositores, etc. Así la cosa no funciona. Si no, es difícil de explicar que muchos alumnos universitarios, y hablo por experiencia, tras haber pasado por la música escolar obligatoria, carezcan aún de las habilidades musicales más básicas. Es para preguntarse qué han estado haciendo...

En realidad todo pasa por aceptar que la historia y la teoría de la música no se entienden a partir del estudio de la historia de los músicos y sus tratados. Se entiende a partir de la práctica de la música misma y su evolución en el tiempo, y siempre con un enfoque manipulativo, creativo, elemental y reducido, es decir, ajustado al tiempo real disponible en clase. Sólo a partir de este supuesto, después de aprender a hacer, se aprende a escuchar mejor. Ambas cosas se retroalimentan. Y por supuesto, no se nos debe olvidar la función del movimiento en la educación. El papel de la danza en el aula de música es fundamental, aunque ello nos llevaría a escribir otra entrada al respecto...

Por último, una reflexión final. Actualmente (llevamos décadas con esto, en realidad) estamos inmersos en generar una teoría social para justificar la inclusión digna de una vez por todas de la música en el currículo. Se han escrito ríos de tinta, se ha investigado al respecto en múltiples direcciones, se han organizado congresos y se han celebrado reuniones al más alto nivel. La conclusión final es que buena parte de la sociedad nos sigue viendo, como he dicho antes, como meros "músicos prácticos", lo que en principio es bueno, porque es lo que somos, pero automáticamente todo esto se interpreta como un conocimiento de segunda categoría, ya que, paradójicamente, estamos inmersos en un sistema educativo extraordinariamente academizado desde la infancia. Se prima el saber, y no el saber hacer. Y así pasa, que el saber se olvida, y cuando nos hacemos mayores, sabemos hacer poco con lo que creíamos saber. La educación general debería ser de origen fundamentalmente práctico, en todas las asignaturas y disciplinas, y dejar la academia para el Bachillerato y mejor aún, por supuesto, la  Universidad. La confusión actual al respecto deja un panorama desolador, con alumnos que llegan a la Universidad sin saber  leer, escribir o hablar realmente bien, que son habilidades prácticas...

En fin, para que se entienda al fin la formidable aportación que supone la educación musical al desarrollo cognitivo, afectivo y social de una persona, primero hay que reformar este sistema educativo donde se idolatra la teoría y se menosprecia la práctica. Y por favor, que no se nos olvide que al final, solo nos queda una cosa: la aspiración a la belleza. Y esto en todas las asignaturas, porque enseñar no es una ciencia, no, no, es un ARTE SAGRADO. Y nosotros/as, los docentes, sus sumos sacerdotes. 

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